Correr para ganar Tania esperaba con ansias que se abriera la puerta en el rodeo y empezara su carrera de barriles. Ella podía sentir cómo Rayo, su caballo, pateaba el suelo con impaciencia. Tania quería pensar en esta carrera como si fuera una práctica en el rancho de su papá, pero no se podía engañar a sí misma. A sus espaldas oía la alegría del público que asistía al rodeo y el ambiente parecía estar cargado de emoción. “Yo puedo hacerlo”, pensó Tania para convencerse. Tania miró a su hermana Sonia, que siempre estaba tranquila. Sonia ya había tenido esta experiencia varias veces. Sonia sonrió y le hizo a Tania una señal para animarla. En seguida se abrió la puerta y Rayo se lanzó hacia el primer barril. El caballo grande y castaño sabía lo que tenía que hacer sin que Tania lo estuviera guiando. Ellos habían pasado muchas horas practicando, así que rodear los barriles era algo automático para los dos. Pero ahora Tania pensaba que Rayo iba un poco más rápido de lo necesario. Ella jaló las riendas y lo guió con cuidado alrededor del primer barril. Parecía como si Rayo estuviera luchando contra ella y dijera: “Yo puedo hacerlo, déjame demostrártelo”. Pero Tania no quería fallar. Era la primera de dos carreras para determinar el ganador del Campeonato de Carreras de Barriles para Jóvenes del Condado Ranger. Los jinetes tenían dos oportunidades para rodear los tres barriles con sus caballos y regresar a la línea de salida. El competidor con el mejor tiempo combinado ganaría. Después de que Rayo le dio la vuelta al primer barril, Tania lo dejó que fuera más rápido por la pista hacia el segundo barril. Ella sentía al poderoso caballo impulsándose en el suelo y ganando velocidad. Tania sabía que necesitaban correr rápido para tener la posibilidad de ganar, pero también sabía que si se saltaban un barril o tumbaban uno de los barriles quedarían en último lugar. Ella todavía no confiaba mucho en su destreza para correr. Jaló las riendas sólo un poco para asegurarse de que Rayo no fuera tan rápido. Rayo dio un resoplido mientras le daba la vuelta al segundo barril. Luego salió como una bala hacia el último barril que estaba al final de la pista. Tania lo hizo ir más despacio otra vez inclinándose mientras rodeaban el barril. Lo impulsó hacia adelante y el caballo corrió velozmente de regreso a la línea de salida. Tania revisó su tiempo: 19.6 segundos. No estaba mal para ser la jinete con menos experiencia del campeonato. Hasta ahora iba en el cuarto lugar de entre más de veinte competidores. Ahora era el segundo turno de su hermana. Mientras Sonia esperaba en la línea de salida, Tania le dijo: —Ten cuidado. —Linda Adams terminó la primera carrera en 18.1 —le recordó Sonia—. No voy a poder superar eso si voy con cuidado. —Pero... —dijo Tania queriendo explicarle, pero en eso la puerta se abrió y Sonia inició su carrera. Ella estaba montando un caballo de color negro llamado Escarabajo. Él y Sonia se dirigieron a toda velocidad hacia el primer barril. “Despacio, despacio”, pensó Tania. Ella había visto a su hermana correr antes, pero nunca así de rápido. Estaba segura de que Sonia iba a tumbar el barril. Las patas de enfrente de Escarabajo se clavaron en el suelo y sus patas traseras giraron con fuerza, como si volaran alrededor del barril. De alguna forma Sonia y Escarabajo llegaron bien y empezaron a correr hacia el segundo barril. Tania vio el reloj. Sonia llevaba un buen tiempo. “Ten cuidado”, pensó de nuevo, pero Sonia y Escarabajo se fueron a toda velocidad. Una vez más, Escarabajo se las arregló para rodear con destreza el barril. Ahora se dirigía hacia el último barril. Tania podía ver que llevaban muy buen tiempo. Ella escuchaba cómo aumentaban los gritos de emoción del público. “¡A lo mejor Sonia puede superar el tiempo de Linda!”, pensó Tania. Pero entonces, Escarabajo dio la vuelta alrededor del barril antes de tiempo y lo tumbó. Se escuchó un lamento del público mientras Sonia y Escarabajo regresaban a la línea de salida. Su tiempo fue de 18.00, pero le agregaron 5 segundos de castigo por tumbar un barril y quedó en último lugar con un tiempo de 23.0 segundos. —Sonia, ¿por qué no tuviste más cuidado? —le preguntó Tania sorprendida—. Ahora ya no tienes oportunidad de ganar. —Te lo dije, Tania —le contestó Sonia—. De todos modos no tenía oportunidad de ganar si corría con cuidado. Así que corrí para ganar. Tania empezó a caminar despacio. Aún tenía que correr otra vez. Todavía podría quedar entre los tres primeros lugares. —Yo no soy como tú, Tania —le dijo Sonia caminando con ella—. Hago todo lo que puedo para ganar. Si pierdo, ni modo, ya lo intentaré en otra ocasión. Tania montó a Rayo y se preparó para su segunda carrera. Todavía podía oír las palabras de Sonia. Linda Adams acababa de terminar su segunda carrera. Su caballo se había resbalado un poco y había terminado con un tiempo de 19.8 segundos. Tania hizo cálculos en su mente. Necesitaba terminar con 18.0 segundos para ganarle a Linda. “Es una locura”, pensó. Ella había cabalgado así de rápido en sus prácticas, pero nunca en un rodeo de verdad. Si Rayo se resbalaba no iba a quedar entre los tres primeros lugares. Tania volteó a ver a Sonia. Su hermana aplaudió y le gritó: —¡Vamos, Tania! ¡Tú puedes! Sin embargo, no eran éstas las palabras que Tania oía en su cabeza, sino lo que Sonia le había dicho antes: “Yo no soy como tú, Tania”. Entonces, la puerta se abrió. Rayo parecía estar corriendo demasiado rápido. Tania pensó frenarlo, pero algo la detuvo. Así que se inclinó y dejó que su caballo rodeara el primer barril. Nunca había sentido a Rayo correr tan rápido. El suelo parecía rugir debajo de ellos mientras se dirigía hacia el segundo barril. Como un torbellino, Rayo rodeó el barril y avanzó hacia la tercera y última vuelta. Tania empezó a oír cómo aumentaban los gritos de la gente al ver que ella tenía la oportunidad de ganar. Ahora Rayo había dado la vuelta con fuerza alrededor del último barril, lo que causó que sus patas traseras golpearan el barril mientras se dirigía a la meta. “Se acabó”, pensó Tania. Con un castigo de cinco segundos quedaría muy abajo. Pero los gritos de emoción de la gente seguían aumentando. El barril se había tambaleado, pero no se había caído. Mientras Rayo cruzaba la meta como un relámpago, Tania vio su tiempo: ¡17.9 segundos! Lo había logrado. ¡Había ganado! Miró a Sonia que estaba dando saltos de gusto. —¡Bien hecho, Tania! —gritó—. ¡Bien hecho!
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